23- Emile Durkheim: La División del Trabajo Social
Emile Durkheim: La división del trabajo social
Para Emile Durkheim, una consecuencia del advenimiento de la modernidad era su estado anómico (ausencia de reglas) producto de la compleja división del trabajo social entre los individuos.
Pero ese estado era transitorio, no era producto de un antagonismo insoluble y necesario. Para explicar esto, él estudió en su libro La División del Trabajo Social (1893) los efectos de la vida moderna.
La consecuencia de la división del trabajo social había sido el de separar al individuo de la colectividad. En las sociedades anteriores, el individuo no se desligaba nunca de su grupo de pertenencia; en la actualidad el individuo desarrollaba su vida sin un control social permanente.
Por ejemplo, su vida económica se desenvolvía fuera de la familia y podía elegir recorrer grandes distancias separándose de su grupo social de origen (la familia, su ciudad o su país).
El papel de control social que habían jugado en otra época la familia o la religión no había sido suplantado por otras instituciones. La modernidad había disuelto a las sociedades anteriores en individuos, que ahora se relacionaban de otro modo con la totalidad.
En épocas de grandes cambios o crisis se corrompen los valores, y muchos quebrantan las reglas: esta anomia fomenta el individualismo, y se resquebraja la antigua solidaridad que existía con los semejantes. Durkheim consideró que esto estaba sucediendo con la división del trabajo, y era necesario fortificar la solidaridad orgánicamente (sabiendo que uno depende del otro) para sostener el orden social.
El conflicto se debía a que la sociedad había liberado fuerzas económicas, creyendo que no era necesario, (o incluso que era contraproducente) ponerles reglamentaciones morales. Con esta conclusión, Durkheim también criticaba a los economistas que pensaban que las fuerzas de mercado libradas a su arbitrio eran suficientes para el orden social.
El individuo que había perdido su sentido comunitario, no se encontraba controlado por ningún agente social alternativo. Durkheim no buscaba un control social en la imposición de normas exteriores, sino en la creación de reglas dentro de las tendencias espontáneas que generaba el propio desenvolvimiento de la nueva estructura social. En esta tarea debían tener un papel protagónico las corporaciones (sindicatos modernos de empresarios y obreros) y el Estado.
Las corporaciones podían brindar soluciones en dos sentidos: como agentes de control y fuentes de moralidad alternativa a la familia, y como defensores de la igualdad de condiciones económicas. Esta igualdad debe existir para que no entren en conflicto la función social asignada por la división del trabajo y la naturaleza individual de las personas (aptitudes personales).
Por otro lado, el Estado como reglamentador de estas asociaciones, podía darles la legalidad necesaria para su funcionamiento y mediar en sus posibles conflictos.
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