25- Teoría contractualista y Soberanía

 

La soberanía

El concepto de soberanía surge junto con el nacimiento del Estado Moderno, considerado como la mayor autoridad política dentro de un territorio nacional. La noción de soberanía fue elaborada en sus inicios por el historiador francés Jean Bodin (1529-1596).

Bodin entiende la soberanía como el poder supremo sin restricciones legales, poder absoluto y perpetuo; el poder de dar y abolir las leyes.

En 1789 comienza la destrucción del antiguo régimen, encarnado en el monarca. Esto dio lugar a la constitución de los Estados modernos, fundados en los ideales democráticos de la soberanía del pueblo y los derechos del hombre que impulsa la Revolución Francesa.

Frente al poder de origen divino de tiempos pasados, basado en la  herencia, las tradiciones y los privilegios, la ideología liberal propugna el concepto de soberanía popular donde es el pueblo el que tiene el poder y lo delega.

Entre otros requisitos, el Estado moderno necesitó de un territorio unificado para afirmarse sobre la anterior organización medieval del poder de los señores feudales o de la nobleza. En un sentido restringido, éste fue el punto de referencia para la doctrina clásica de la soberanía popular, entendida como voluntad general inalienable.

La idea de soberanía popular estuvo ligada al surgimiento del poder estatal moderno, en enfrentamiento con el poder tradicional, pre-moderno; poder que se apoyaba en el carácter hereditario o en el origen divino.

Vale decir que la noción de soberanía popular no aparece, desde un comienzo, como defensa de derechos fundamentales de los ciudadanos. La existencia de actores sociales con conciencia de ciudadanía y, como contrapartida, de un régimen que reconozca y defienda estos derechos (cívicos, sociales y culturales) se fue construyendo con el devenir histórico.

La teoría de la soberanía se propuso construir una nueva subjetividad y se apoyó en el discurso de la ley. Este discurso se constituyó en el período de las monarquías absolutas y se afirmó a través de la idea de un pacto o contrato social.

 

La teoría contractualista

El contractualismo es una corriente de pensamiento sobre la sociedad y el Estado modernos que tuvo lugar a inicios del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII. La idea de que el Estado se sustenta en un pacto social se constituyó en el período que se consolidaron, las monarquías absolutas en Europa.

El pensamiento jusnaturalista (del derecho natural moderno) apunta a este origen contractualista del Estado, que con distintos matices postularon Thomas Hobbes, Jean Jacques Roussseau, John Locke e Immanuel Kant.

 

Hobbes y el Leviatán: la razón de uno sobre las pasiones de todos

El pensador inglés Thomas Hobbes (1588-1679) es el gran fundador teórico del Estado moderno. Se lo suele considerar como el heredero de Platón en la filosofía política. El pensamiento de Hobbes puede analizarse en su obra cumbre: Leviatán (1651).

Sin duda, Hobbes ha sido quien, en el siglo XVII, sistematizó la idea de que los hombres son los autores de su sociedad por un pacto originario.

Este contrato social sería el fundamento de la legitimidad política: y permite legitimar o aceptar como válido un orden social donde unos mandan y otros obedecen.

La idea del contrato está ligada a la noción cartesiana del sujeto: todos somos individuos libres, iguales y racionales, entonces firmamos un contrato y nos damos un gobierno. Así pues, el hombre precede a la sociedad y la crea.

 

El esquema hobbesiano es dual:

a) estado de naturaleza

b) estado de civilidad.

El estado de naturaleza es una hipótesis (jamás ha existido, no es una situación histórica verificable). Sería, para Hobbes, como la “nada social”; es decir que aún no existe la sociedad cuando el hombre vive en el “estado de naturaleza”. Para Hobbes, +este es un estado pre-político, un estado de guerra, donde priman las pasiones, los instintos y los intereses de los hombres más fuertes.

El paso al estado “político”, no natural, se da mediante el pacto de voluntades individuales; es decir, a partir de actos voluntarios de los individuos de acuerdo a la razón.

El pasaje del estado de naturaleza a la civilidad se da, pues, a través del contrato social. El principio de legitimidad es el consenso, el acuerdo, el consentimiento.

Según Hobbes, el contrato social presenta dos dimensiones:

a) es un pacto de asociación (civil); pacto de unión, paso del estado de naturaleza al estado social.

b) es un pacto de dominación (política); pacto de sujeción que instaura el poder político.

Mediante este pacto de sujeción, los individuos alejan de sí el fantasma de la guerra, transfieren el poder al rey. Para ello, es necesario borrar toda huella de violencia y atadura con el pasado, todo rastro de violencia que haya sido necesaria para instaurar la paz social.

Hobbes definió la guerra como una vuelta al estado de naturaleza, a la animalidad, a un estado de barbarie, y por eso justifica la presencia de un Estado como mediatizador de las relaciones entre los hombres. Una vez instituido el Estado, su fin sería conquistar una vida más armoniosa en donde la política aparece asociada al orden.

El temor a la muerte conduce según Hobbes a los individuos a pactar. Cuando se conquista de esta paz social, significa que una serie de conflictos quedan suspendidos y el Estado asume el monopolio de la fuerza física.

 

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