18- Karl Marx, el Manifiesto del Partido Comunista
Manifiesto del Partido Comunista
Carlos Marx y Federico Engels
BURGUESES Y
PROLETARIOS
La historia
de todas las sociedades hasta nuestros dias es la historia de las luchas de
clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos,
maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron
siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y
abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda
la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna.
En las
anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa
diferenciación de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala
gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios,
plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros,
oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos
gradaciones especiales.
La moderna
sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no
ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases,
las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras
nuevas.
Nuestra
época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber
simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose,
cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se
enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado. De los siervos de la
Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras ciudades; de este
estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía.
El
descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la
burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de la India y de
China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, la multiplicación
de los medios de cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio,
a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido y
aceleraron con ello el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad
feudal en descomposición.
La antigua
organización feudal o gremial de la industria ya no podía satisfacer la
demanda, que crecía con la apertura de nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto
la manufactura. El estamento medio industrial suplantó a los maestros de los
gremios; la división del trabajo entre las diferentes corporaciones desapareció
ante la división del trabajo en el seno del mismo taller. Pero los mercados
crecían sin cesar; la demanda iba siempre en aumento. Ya no bastaba tampoco la
manufactura. El vapor y la maquinaria revolucionaron entonces la producción
industrial.
La gran
industria moderna sustituyó a la manufactura; el lugar del estamento medio
industrial vinieron a ocuparlo los industriales millonarios —jefes de
verdaderos ejércitos industriales—, los burgueses modernos. La gran industria
ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El
mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la
navegación y de los medios de transporte por tierra.
Este desarrollo
influyó, a su vez, en el auge de la industria, y a medida que se iban
extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, se
desarrollaba la burguesía, multiplicando sus capitales y relegando a segundo
término a todas las clases legadas por la Edad Media. La burguesía moderna,
como vemos, es ya de por sí fruto de un largo proceso de desarrollo, de una
serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio.
Cada etapa
de la evolución recorrida por la burguesía ha ido acompañada del
correspondiente progreso político. Estamento bajo la dominación de los señores
feudales, la burguesía forma en la comuna8 una asociación armada y autónoma; en
unos sitios como república urbana independiente; en otros como tercer estado
tributario de la monarquía; después, durante el período de la manufactura, es
el contrapeso de la nobleza en las monarquías estamentales, absolutas y, en
general, piedra angular de las grandes monarquías, hasta que, después del
establecimiento de la gran industria y del mercado universal, la burguesía
conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del poder político en el Estado
representativo moderno.
El gobierno
del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes
de toda la clase burguesa. La burguesía ha desempeñado en la historia un papel
altamente revolucionario. Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía
ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas; ha desgarrado sin
piedad las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus
“superiores naturales”, para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres
que el frío interés, el cruel “pago al contado”; ha ahogado el sagrado éxtasis
del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeñoburgués
en las aguas heladas del cálculo egoísta; ha hecho de la dignidad personal un
simple valor de cambio; ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y
adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en
lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha
establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal.
La burguesía
ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían
por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurista, al
sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores
asalariados. La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo
que encubría las relaciones familiares, y las ha reducido a simples relaciones
de dinero.
La burguesía
ha revelado que la brutal manifestación de fuerza en la Edad Media, tan
admirada por la reacción, tenía su complemento natural en la más relajada
holgazanería. Ha sido ella la primera en demostrar lo que puede realizar la
actividad humana; ha creado maravillas muy distintas a las pirámides de Egipto,
a los acueductos romanos y a las catedrales góticas, y ha realizado campañas
muy distintas a las migraciones de los pueblos y a las Cruzadas.
La burguesía
no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los
instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y
con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de
producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas
las clases industriales precedentes. Una revolución continua en la producción,
una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un
movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores.
Todas las
relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas
veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen viejas antes de
llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado
es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente
sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.
Espoleada
por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía
recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas
partes, crear vínculos en todas partes. Mediante la explotación del mercado
mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al
consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha
quitado a la industria su base nacional.
Las antiguas
industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente.
Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en
cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no
emplean materias primas nacionales, sino materias primas venidas de las más
lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio
país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades,
satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas que reclaman
para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más
diversos.
En lugar del
antiguo aislamiento y la autarquía de las regiones y naciones, se establece un
intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto
se refiere tanto a la producción material, como a la intelectual. La producción
intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez
y el exclusivismo nacionales resultan día a día más imposibles; de las
numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal.
Merced al
rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante
progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de
la civilización a todas las naciones, hasta a las más bárbaras.
Los bajos
precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas
las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente
hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones, si no quieren
sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir
la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra: se
forja un mundo a su imagen y semejanza.
La burguesía
ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes inmensas; ha
aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del
campo, sustrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida
rural. Del mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, ha subordinado
los países bárbaros o semibárbaros a los países civilizados, los pueblos
campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.
La burguesía
suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de la
propiedad y de la población. Ha aglutinado la población, centralizado los
medios de producción y concentrado la propiedad en manos de unos pocos. La
consecuencia obligada de ello ha sido la centralización política. Las
provincias independientes, ligadas entre sí casi únicamente por lazos
federales, con intereses, leyes, gobiernos y tarifas aduaneras diferentes, han
sido consolidadas en una sola nación, bajo un solo gobierno, una sola ley, un
solo interés nacional de clase y una sola línea aduanera. La burguesía, a lo
largo de su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha
creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las
generaciones pasadas juntas.
El
sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la
aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación de
vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la asimilación para el cultivo
de continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación, poblaciones
enteras surgiendo por encanto, como si salieran de la tierra.
¿Cuál de los
siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas
dormitasen en el seno del trabajo social? Hemos visto, pues, que los medios de
producción y de cambio sobre cuya base se ha formado la burguesía fueron
creados en la sociedad feudal. Al alcanzar un cierto grado de desarrollo estos
medios de producción y de cambio, resultó que las condiciones en que la
sociedad feudal producía y cambiaba, la organización feudal de la agricultura y
de la industria manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de
propiedad, no se correspondían ya con el nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas.
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